Podría detenerme un segundo a escribir sobre lo descuidados que están los trenes de cercanías
de Barcelona y sobre el por qué esta línea sufre un retraso de 20 años en comparación con la de
Madrid, que recibe un 25% más de las inversiones del Estado, y que ha visto este último año
como se hacía realidad su quinta ruta urbana, mientras la tercera galería bajo suelo barcelonés
está prevista para el año 2026. También podría escribir a propósito del expectante proyecto
arquitectónico nipón del estudio Nikken Sekkei, que el jurado de expertos a escogido para ejecutar
la reforma del Camp Nou y así adecuar el feudo azulgrana a los nuevos tiempos. O podría hacerlo
describiendo el delicioso sabor que tienen los frankfurts en Pedralbes, o lo simpática que me ha
parecido la chica a la que le acabo de dar mi DNI a cambio de unos auriculares y una sonrisa.
Pero ese preciado segundo ya se ha pasado. Ocupo una silla libre, no sin antes recoger el papel
que hay encima de ella. Se trata de una encuesta. Pregunta qué nos parece el ciclo de
conferencias sobre “nuestro tiempo” y cómo hemos sabido de él. Lo guardo. Conecto los
auriculares al receptor y busco el canal adecuado. El ponente de hoy en el CCCB es Hartmut
Rosa, un filósofo y sociólogo alemán, así que necesitaré la ayuda de un buen traductor.
La voz firme y grave de Hartmut Rosa habla, durante sus primeros minutos, sobre la aceleración
social que sufrimos hoy en día, causante de las cuatro grandes crisis del momento: la crisis
financiera, la crisis ecológica, la crisis de la representatividad política y los elevados niveles de
insatisfacción y agotamiento. Esta aceleración social se basa en el imperativo de “más, más nuevo
y a más velocidad”. Es una exigencia constante de nuestro sociedad, y para hacernos la
explicación más sutil, nos compara con un pequeño roedor: “Parece que estemos en la rueda de
un hámster. Corremos y corremos pero no vamos a ningún lado. El gran problema de la sociedad
de la aceleración es que perdemos el sentido de ir hacia delante, y este se sustituye por la
sensación de la necesidad de ir más rápido. Si no vas más rápido, si no produces más, si no eres
más creativo te quedas atrás”.
Mientras expone su discurso, va pasando diapositivas de un Power Point elaborado con gráficas y
estadísticas. A través de ellas nos incita a reflexionar sobre la organización de la sociedad
moderna. “Una sociedad moderna es aquella que posee una modalidad de estabilización
dinámica, es decir, que necesita crecer constantemente para mantener su statu quo. La idea es
sencilla. Fijaos en la economía, por ejemplo. En un mundo capitalista, si el PIB de un país no
crece, no hay forma alguna de poder mantener la sociedad”. La idea del alemán es reflejar ese
constante crecimiento, no como causa de la escasez de cosas, sino como lógica de un sistema
que lo exige para mantenerse. Y esa lógica no se da solo en la economía. “El conocimiento ha
sido un tesoro que se ha ido heredando con el tiempo. Normalmente derivaba de los antepasados
o de escrituras antiguas, y se intentaba preservar. Pero hoy en día, la ciencia es la mayor
disciplina de conocimiento, y su sistema no se basa en conocimientos eruditos, sino en romper
barreras, en ir más allá, en innovar permanentemente para mantenerse. Incluso lo vemos también
en la política, en la idea democrática de reelegir a los políticos cada 4 años, en sus programas
llenos de promesas de aumento”.
Pero, ¿por qué se produce esta aceleración? “Porque el tiempo no aumenta. Los días tienen 24
horas, los años 365 días”, responde. El problema viene porque el mundo no puede acelerarse en
todos los sentidos de la misma forma. “La estabilización dinámica no es un proceso natural, lo
provocamos nosotros. Hemos creado un sistema perverso en el cual, cuanto más crezcas un año,
más deberás crecer el siguiente. Es una lógica que no tiene final. Y la frustración es enorme,
porque necesitas mucha energía, y no puedes permitirte el lujo de ponerte malo pues la
competencia se hace cada vez más dura”.
Le doy un par de golpes al receptor. Algunas interferencias hacen que no pueda escuchar bien al
traductor, justo ahora que Hartmut Rosa está dando las claves para combatir el problema de la
aceleración. La mujer mayor que se sienta a mi lado me mira con cara de extrañada. No importa.
Le vuelvo a golpear y se arregla milagrosamente, pero las respuestas que encuentro no son las
que esperaba. Al parecer, las soluciones colectivas para cambiar el sistema requieren de tiempo.
Una paradoja si tenemos en cuenta que “el tiempo es nuestro bien más escaso, más que el
petróleo porque es insustituible”.
Entiendo que, por nuestra parte, hemos de empezar a distribuir nuestro tiempo de forma más eficiente. La lógica capitalista nos empuja al consumo ilimitado y no
nos damos cuenta de que tenemos muchos objetos, muchos bienes que no les dedicamos apenas
tiempo. Hemos de reflexionar entorno a esto y nuestra forma de vida. “El cuerpo ha de parar, no
podemos mantenernos a base de café y red bull. Los psicólogos dicen que cada vez son más las
personas que padecen de agotamiento profesional. Se que suena muy deprimente todo esto que
he dicho. La rueda del hámster de la que no se puede salir. Pero lo importante es ver que es un
constructo social, no algo natural, y que necesitamos innovar y buscar experiencias que abran
nuevas puertas hacia una sociedad que se estabilice de otra forma”.
Antes de salir, devuelvo los aparatos de transmisión y me despido de esa chica simpática que posiblemente no volveré a ver nunca. También relleno la encuesta y la entrego. Mientras estoy en el tren contesto algunos whatssaps. Abro el correo y envío un par de mensajes, los más importantes. También reviso las redes sociales y atiendo alguna llamada. Y cuando quiero darme cuenta, estoy llegando a casa. Tenías razón Harmut, las nuevas tecnologías han diluido el factor espacio y creado la ilusión de poder estar simultáneamente en dos o más lugares a la vez. Esta aparente multiplicación de posibilidades y este don de la ubicuidad han aumentado la percepción de aceleración de nuestras vidas. Los días se hacen cortos para responder a todas las exigencias que nos planteamos y aumenta la ansiedad por la constante sensación de falta de tiempo. ¿Cómo es posible que unas tecnologías que habían nacido para ganar tiempo hayan acabado generalizando la impresión de que el tiempo es cada vez más escaso? No intento darle más vueltas. Sigo corriendo en esa rueda cual hámster enérgico, pero siendo consciente de ello. Esperando la mínima brecha para escapar de las garras de un capitalismo sin control. Y así, poco a poco, marcar las pautas del tic-tac de mi reloj.
Antes de salir, devuelvo los aparatos de transmisión y me despido de esa chica simpática que posiblemente no volveré a ver nunca. También relleno la encuesta y la entrego. Mientras estoy en el tren contesto algunos whatssaps. Abro el correo y envío un par de mensajes, los más importantes. También reviso las redes sociales y atiendo alguna llamada. Y cuando quiero darme cuenta, estoy llegando a casa. Tenías razón Harmut, las nuevas tecnologías han diluido el factor espacio y creado la ilusión de poder estar simultáneamente en dos o más lugares a la vez. Esta aparente multiplicación de posibilidades y este don de la ubicuidad han aumentado la percepción de aceleración de nuestras vidas. Los días se hacen cortos para responder a todas las exigencias que nos planteamos y aumenta la ansiedad por la constante sensación de falta de tiempo. ¿Cómo es posible que unas tecnologías que habían nacido para ganar tiempo hayan acabado generalizando la impresión de que el tiempo es cada vez más escaso? No intento darle más vueltas. Sigo corriendo en esa rueda cual hámster enérgico, pero siendo consciente de ello. Esperando la mínima brecha para escapar de las garras de un capitalismo sin control. Y así, poco a poco, marcar las pautas del tic-tac de mi reloj.
Alexander García.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada