Origen
La sala
Phenomena de Barcelona organizó, el pasado marzo, un ciclo de películas del
director británico Christopher Nolan. El título, en este caso, no es una mera
etiqueta o publicidad elocuente para atraer al espectador –que también−, sino que es un indicador de la
pretensión del ciclo. En la mente de
Christopher Nolan, como así se llamaba, proyectó un total de cuatro
películas, tres de las cuales –Origen, Memento e Insomnio− ahondan
en conceptos psicológicos tales como la memoria o los sueños. Representan la
lanzadera, pues, hacia la comprensión de la mente de este complejo director al
que le gusta jugar con la realidad en el cine, pero también con el cine desde
la realidad. La cuarta película, Interestellar,
no responde al hilo conductor que une a las ya mencionadas, pero es igual de
interesante.
¿Cómo
(no) escribir una crónica de una película, escribiéndola? Difícil no caer en la
descripción del argumento, de detalles técnicos o vanas impresiones que
convierten el texto en algo más bien privado, y no público. Crónicas de ése
tipo, además, se habrán escrito cientos y cientos, por lo que la mía sería la
última a la que recurrirían si lo que buscan es un modelo semblante al
descrito. ¿De qué manera encarar, entonces, las líneas venideras sobre Origen, film que inauguró el pequeño
ciclo? Trabajo quijotesco el de buscar nuevos centros excéntricos, es decir, el
de buscar nuevas formas narrativas para no caer en las sudadas crónicas. Por la
magnificencia insalvable para mí que ello supone, me limitaré a hacer caso
omiso del esquema tradicional. Que lo intente, cabe decir, no significa que lo
consiga.
Muchos,
quizá, ya hayan huido despavoridos a buscar crónicas que de verdad les
informen. Por eso, si aún hay alguien leyendo, decirle que no me alejaré del
todo del film, sino que escribiré sobre los sueños, tema central de la película.
Estableceré la relación a través de tres definiciones de la enigmática
actividad onírica.
Schubert,
médico alemán del siglo XIX, define los sueños como una «liberación del espíritu del poder de la naturaleza exterior, un
desligamiento del alma de las cadenas de la materia». Los protagonistas se desatan, a través del sueño, de las leyes físicas
que rigen la naturaleza sometida a la racionalidad de nuestra vigila. Gracias a
esta liberación son capaces de crear formas arquitectónicas imposibles. La
concepción de Schubert encierra, no obstante, una paradoja: todo lo que emana
de nuestros sueños no nace de esa misma actividad onírica, sino que proviene de
la realidad consciente. Los sueños no representan, así, una materialidad del
todo paralela, como tampoco las arquitecturas inverosímiles que en la película
se crean. No podemos escapar de nuestra propia creación o, mejor dicho, de
nuestra vigila.
Freud,
en cambio, y como una gran mayoría sabe, considera los sueños como una
manifestación de los deseos reprimidos de nuestro subconsciente. Aunque no
censurados, sino explícitos, los anhelos o, mejor dicho, el anhelo de Dom Cobb
(Leonardo DiCaprio) es el de su mujer fallecida. Ella aparece en todos sus
sueños y es el símbolo de lo que los franceses llaman amour fou. Su nombre, Mal (Marion Cotillard) parce un vaticinio del
papel que jugará en el film. Más que un bálsamo, un alivio y consuelo para
nuestro protagonista, Mal se dedica a hostigar con su amor enfermizo a Cobb. Hacen,
además, una instrumentalización del amor, es decir, es la excusa perfecta para
apoderarse del otro. Se pregunta Oliverio en El lado oscuro del corazón «¿cómo amar sin poseer? ¿cómo
dejar que te quieran sin que te falte el aire? Amar es un pretexto para
adueñarse del otro, para volverlo tu esclavo, para transformar su vida en tu
vida, ¿cómo amar sin pedir nada a cambio, sin necesitar nada a cambio?».
La
ultima definición posiblemente sea la más bella en tanto que proviene del mundo
de la literatura. Uno de los soliloquios más famosos de la lengua española,
cuando Segismundo piensa en la vida y en su muerte, acaba de esta manera: que
la vida es sueño/ y los sueños, sueños son. Los sueños son, precisamente, vida.
Cobb, junto con su esposa, esbozaron una realidad alternativa en sus sueños en
la que se refugiaban. Realidad que Cobb utiliza para apresar lo único que posee
de Mal: su recuerdo.
Nicolás Andrés González Silvera
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